
Stefano Poda presentó el fin de semana pasado una versión propia de la ópera francesa Carmen, de George Bizet.

Al parecer, la ópera que iban a presentar era totalmente distinta a la versión que han expuesto en los teatros del mundo durante el último siglo. Varios símbolos estuvieron presentes en la ópera. El color negro que predominó en la historia (en casi su totalidad), así como las coreografías recargadas pero complejas, pues en su momento en escena hubo al menos 200 jóvenes danzando y cantando.
Durante los 149 minutos que duró Carmen, fue una secuencia continua de bailes contemporáneos. La música, al parecer, “tenía una carga muy baja, sin intensidad. La ópera no me ha estremecido en ningún momento”, fueron algunos de los comentarios que rondaban entre butacas.
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